[1].
El capítulo dentro del argumento
de la sección.
El capítulo que nos proponemos abordar forma parte
de la sección cuarta del libro primero del capital. Pese a que en la propuesta
de lectura de nuestro seminario, la lectura de esta sección está contemplada
casi en su totalidad, consideramos importante hacer aquí explícito el momento
argumental en el cual, según nuestra perspectiva, se sitúa el contenido de
nuestro capítulo. Para evitar que perdamos de vista el camino de preguntas y el
rumbo hacia el cual el conjunto de ellas nos dirigen, resulta trascendental
ubicar aquel sentido general de la exposición de esta sección en tanto el locus
de ésta es justo el de la pregunta por la relación entre la organización del
proceso de trabajo y la organización de la sociedad en general. Esto es, el
conjunto de preguntas que con su enunciación van alumbrando un camino para
develar el papel de las fuerzas productivas en el desarrollo de la sociedad
capitalista.
Para abordar esta relación, Marx va desmontando los
mecanismos a través de los cuales se desarrolla un modo indirecto para extraer plusvalor del
trabajador, esto es, un modo encubierto que sólo se logra a través
del desarrollo histórico de transformaciones profundas en cada uno de los
elementos del proceso productivo (medios, objeto y trabajo vivo).
Transformaciones que acontecen en favor de aumentar la cantidad de plusvalor
una vez que los límites de su expoliación directa (a través de la extensión de
la jornada laboral) quedaron evidenciados.
Así pues, teniendo como base la extracción de plusvalor absoluto, el llamado plusvalor relativo redobla las
posibilidades de valorización del capital adelantado por el capitalista al
reducir, en términos relativos[2], el tiempo
de trabajo necesario para la producción de las mercancías[3].
Para ello, nos dice Marx:
[…] de ningún modo basta que el
capital se apodere del proceso de trabajo en su figura históricamente
tradicional o establecida y se limite a prolongar su duración. Para aumentar la
fuerza productiva del trabajo, […] el capital tiene que revolucionar las
condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, y por tanto el modo de
producción mismo.[4]
El transcurso histórico al cual se aboca esta
sección es entonces el que determina las transformaciones del proceso de
trabajo en favor a los imperativos de la producción de este tipo particular de
plusvalor. Hecho que visto desde la perspectiva del valor de uso, implica la subordinación real del proceso de
trabajo.
Los capítulos de esta sección abordan el proceso a
través del cual el capital comienza a subordinar realmente el proceso de
producción. Los primeros capítulos de la sección, son apartados donde se da
cuenta del modo en que se van gestando las
condiciones históricas que posibilitan el despliegue del plusvalor relativo (las condiciones de
posibilidad), la trasformación específica de cada uno de los elementos
y la tendencia o límites que determinan el curso de su desarrollo.
Los capítulos cooperación y división manufacturera
del trabajo, tienen en común el trato sobre la trasfiguración del elemento subjetivo del proceso de
trabajo. Esto es, del trabajo vivo y
su organización al interior de la producción, pero considerando esta vez y a diferencia
del capítulo 5, que quien trabaja no es un individuo
aislado sino un sujeto social,
cuya potencia de trabajo está determinada en la interconexión y articulación
hacia el resto de sus congéneres. Así pues, la fuerza de trabajo individual
no es sino expresión de la fuerza social.
Aunque la diferencia entre el concepto de cooperación y el de división del trabajo es ciertamente sutil[5], el capítulo de la división manufacturera del
trabajo complejiza lo planteado por el concepto de cooperación simple, al visualizar como objeto de transformación no
sólo al trabajador individualidad (obrero parcial) y en la
forma que adquiere como cuerpo orgánico
dentro del proceso de producción (obrero colectivo), sino también dentro
del sujeto social en su conjunto.
El capítulo que hoy nos ocupa, trata entonces de un
tipo histórico de cooperación (la
cooperación basada en la división del trabajo) y de sus cualidades
específicas en la era de la organización manufacturera de la producción, frente
a la necesaria articulación e interconexión de este proceso con el resto del
cuerpo social.
Podríamos incluso decir que la diferencia entre uno
y otro capítulo básicamente radica en la
escala del análisis, que en el capítulo doce nos permite ver cómo el
sujeto social (y ya no sólo el obrero colectivo forjado al interior de un
taller) se organiza y coopera para darse forma a si mismo y al mundo que
produce para sí.
El hecho de que la observación del sujeto social en
conjunto implique la comprensión de la cooperación basada ahora en la división
del trabajo, puede radicar en que se observa ahora la producción de un tipo de riqueza y no sólo de uno
u otro objeto en particular. Esto es,
la producción de un tipo de relaciones de cooperación entre la totalidad del
cuerpo social para producir un mundo de acuerdo a un proyecto común, lo cual implica la particularización de las capacidades productivas, y la producción
de individualidades particulares o diferenciadas pero orgánicas entre sí.
El capítulo desde la perspectiva
de la técnica.
Como decíamos, el planteamiento que abre este
capítulo complejiza la pregunta por la relación que se gesta entre el
desarrollo de fuerzas productivas objetivas, y el desarrollo de fuerzas
productivas subjetivas (el trabajo
vivo) desplegadas en la sociedad cuando se impone el imperativo de producir
plusvalor relativo. En este momento del capítulo, la transformación de las
fuerzas productivas técnicas sólo son abordadas en tanto consecuencia de la
división manufacturera del trabajo. Esto es, en tanto la nueva forma de
cooperación va generando necesidades frente al sistema instrumental artesanal,
lo que conlleva a la especialización de la herramienta
general.
Así pues, de acuerdo a esta argumentación, el
obrero parcial es el precursor de la herramienta parcial o especializada y
eventualmente, su desarrollo genera la osificación
de esta nueva forma de cooperación basada en la división del trabajo
manufacturera. El sistema de herramientas o instrumentos, en tanto trabajo
muerto, constituye el medio a través del cual una sociedad garantiza la
reproducción de sí misma y de su proyecto de reproducción social.
Para avanzar en el desarrollo del tema que
nos ocupa, proponemos abordar la lectura de este capítulo poniendo atención a
dos ejes de cuestionamiento común:
1.
El
papel de las fuerzas productivas en el desarrollo histórico del capitalismo en una edad aún temprana y, sobre
todo, cómo este elemento objetivo de la sociedad ulteriormente fue consolidando
o institucionalizando un modo específico de producción.
2. Cómo
la producción manufacturera va consolidando una división internacional del
trabajo y qué papel juega en esta división América Latina.
En atención a la pregunta por el surgimiento del
sistema manufacturero, Marx comienza el capítulo planteando las dimensiones generales de la cooperación basada en la división del
trabajo en general y cooperación
manufacturera; es decir, los elementos
que siendo comunes a ambas,
necesariamente constituyeron el punto de
partida de la última.
1.1 Dimensión general de la
división del trabajo manufacturera: los elementos simples de la cooperación
basada en la división del trabajo (Parágrafo 1).
La división del trabajo es, si no transhistórica,
al menos transcapitalista. Es condición que independientemente de la escala de
producción de una sociedad, posibilita la multiplicación de la fuerza productiva y de las capacidades
del organismo social. (pp.442-447)
La forma en que se distingue una de la otra, radica
sustancialmente en aquello que ya fue enunciado en el capítulo de la
cooperación: los trabajadores en este modo de producción constituyen obreros y,
en consecuencia, su fuerza de trabajo (individual y social) está comandada por
el dueño de los medios de producción, el capital.
La cooperación manufacturera
parte entonces de la cooperación basada en la división del trabajo artesanal al
poner en relación a ex productores individuales, ahora obreros, para la
creación de determinado bien. Este camino, nos
dice el autor, tiene dos orígenes que se distinguen por su desarrollo ulterior:
la manufactura orgánica y la manufactura heterogénea.
La identidad entre ambos tipos de división del trabajo
manufacturera frente a la no manufacturera, radica en que dicha división del
trabajo está hecha sobre el trabajo en su forma artesanal. Respecto a las diferencias
entre ellas, se agrega a lo dicho en el capítulo once, el grado de
especialización que provoca en los ejecutores del trabajo. De la
producción basada en la combinación de oficios independientes, se pasa a la
producción especializada basada en la asociación.
El efecto inmediato que esto trae es la mutilación
del campo de acción del trabajador. El trabajador parcial tiene por ello
por un alto grado de especialización, una serie de capacidades cultivadas a
favor de su unilateralidad. En oposición, el obrero colectivo, va
constituyéndose como una fuerza potenciada por la alta efectividad que surten
sus miembros: los obreros parciales enfocados de por vida a la ejecución de un
trabajo unilateral altamente especializado.
El artesano, nos recuerda Marx, sigue siendo la
base técnica en todo este proceso, ya que “todo proceso parcial recorrido por
el producto debe ser ejecutable como trabajo parcial de índole artesanal”.
Esta repetición ad
infinitum a la que se ven sometidas las fuerzas productivas subjetivas, no
sólo adiestran al obrero en su nueva y limitada ocupación, generando nuevas
capacidades, sino que además lo limita frente a la multidimensionalidad que
caracteriza el espíritu humano. La mutilación del obrero es, nos dice Marx, como sacrificar a todo un cerdo sólo por su piel. En
adelante, el problema de la parcialidad del obrero, enunciada como medio de
expoliación no sólo de su tiempo, sino sobre todo de su capacidad y de su
espíritu creativo, constituye un eje de reflexión política muy importante en el
capítulo y del análisis de las consecuencias de la imposición del plusvalor
relativo y del desarrollo de las fuerzas productivas técnicas.
Por ahora, Marx lo trae a cuento para señalar que
estar nuevas “capacidades” adquiridas por el obrero parcial se constituyen para
él mismo como los grilletes que le exigirán venderse como fuerza de trabajo al
capital, y es que sus capacidades como productor
ya sólo son útiles si se encuentra dentro de un cuerpo productivo que articule
y haga efectiva su acción parcial.
Así pues, la experiencia y conocimiento parcial del
obrero, en tanto trabajo muerto, también constituye un elemento que lo
condicionará a repetir aquel modo de producción que le expropió los medios y
las capacidades como productor individual.
No tarda mucho en que esta nueva división del
trabajo altamente especializada, trastoque el elemento objetivo del proceso
productivo: el obrero al especializarse, desarrolla una capacidad y virtuosismo
que se transforma en nuevas necesidades sobre su instrumento.
Nuevas capacidades en el sujeto y en el objeto que
sólo podrán ser aprovechadas por el capitalista, el autoritario diseñador del
plan de producción, en tanto todo a su interior han sido diseñado para la
reducción del tiempo de trabajo necesario y en consecuencia, extender el tiempo
de trabajo excedente, esto es, para la producción de plusvalor relativo.
Así pues, la unilateralidad del obrero resulta útil
al capitalista en tanto se traduce en la reducción del tiempo de producción
global del producto, y la concentración de los obreros parciales, resulta útil
también sólo en tanto su cercanía reduce los “poros de trabajo improductivo”
que afloran multiplicados en esta nueva forma fragmentada del proceso
productivo artesanal, al reducir el tiempo de traslado de la mercancía entre un
obrero parcial y otro.
1.1 El
obrero parcial y su herramienta. (Parágrafo 2)
Con la especialización del obrero se especializa su
herramienta. Se transita de la herramienta compleja hacia la herramienta
parcial o especializada, y con ello, Marx sugiere que inicia la
institucionalización aquel modo de producción. “Los objetos -nos dice- son la
estructura ósea de la sociedad”.
He aquí un punto trascendental para el tema que nos
ocupa. Esta definición de la función del objeto dentro de la sociedad, como esqueleto objetivo de una sociedad, nos
da luz sobre el papel que la técnica podría tener en el capitalismo en
particular y en la sociedad en general: la técnica, incluso en forma de puro
instrumento, como trabajo muerto constituye también el medio que garantiza la
permanencia de un modo de producción. Al igual que lo comentado en el parágrafo
anterior sobre el papel de la experiencia y el conocimiento derivado del obrero
parcial, en este apartado se observa que estos instrumentos, al objetivar las
capacidades de una acción pasada, condicionan todo proceso productivo en el
presente.
1.2 La
manufactura heterogénea y la manufactura orgánica: La manufactura de conjunto
(Parágrafo 3).
La cooperación basada en la división del trabajo
manufacturera, se va a abordar ahora como una figura de conjunto. Como el
taller único, la manufactura heterogénea va a presentar para el capitalista
ventajas y límites distintos a los de la
manufactura orgánica, sin embargo, en ambos proceso la fragmentación de la acciones
correspondientes a los momentos divisibles del valor de uso final, constituyen
el principio técnico que le proporciona la producción incrementada.
Esta fragmentación, como decíamos, parte de la
subdivisión artesanal del proceso productivo y cada una sus partes o momentos,
en consecuencia, se constituye por acciones cualitativamente diferenciadas y
cuya ejecución implica el uso de un tiempo de trabajo necesario diferencial
entre una y otra. Los diversos momentos productivos en los cuales es fragmentada
la producción del bien, resultan ser entonces momentos altamente diversos. De
esta característica se desprende una consecuencia trascendental: la
constitución del obrero colectivo será igualmente diversa, no sólo en número
sino también en capacidad.
Una primera consecuencia de este hecho, refiere al
modo en que el capitalista no sólo procura sino aprovecha esta diferenciación
cualitativa entre la capacidad productiva de la masa de obreros. El Capital
como relación social, profundiza la división jerárquica entre el cuerpo
social y aprovecha en su beneficio la creación de un individuo particular de
éste: el obrero no calificado. Con su creación, el capital logra disminuir
el valor relativo de la fuerza de trabajo,
es decir, el valor equivalente al tiempo
socialmente necesario para la producción
de ese obrero, que al carecer de otra
virtud que no sea la de ser inútil para todo, se reduce considerablemente.
La segunda consecuencia derivada de la diversidad
de características de los momentos productivos que constituyen el proceso de
trabajo, refiere a su aspecto cuantitativo, es decir, al tiempo de trabajo
necesario para realizar ese trabajo parcial.
El problema de esta diferencia cuantitativa entre
los procesos de trabajo, resulta de la necesaria articulación que se debe
garantizar para que el flujo productivo siga su curso sin interrupción alguna.
Para evitar la propagación de poros de trabajo improductivo, el capitalista
debe garantizar que haya una verdadera armonía orgánica entre la totalidad
fragmentada del proceso.
Esta necesaria correspondencia se logra con
mediante lo que Marx llama ley técnica de la proporcionalidad matemática del
trabajo, que se traduce en la imposición de un tiempo de trabajo necesario medio que debe ser resguardado por
todos los obreros parciales en acuerdo al trabajo parcial del que se ocupan.
Esta norma exterior, “armoniza” su acción conjunta y podríamos decir incluso,
que se constituye como una institución abstracta que sostiene la socialidad
entre un conjunto atomizado de individuos que al momento de trabajar, ni
siquiera se dominan a ´si mismos.
El tiempo de trabajo necesario se consolida
entonces como un cronómetro impuesto por la competencia, que al imponerse,
asigna al proceso de trabajo y a los obreros parciales ordenados por él, los
imperativos productivistas de continuidad, uniformidad, regularidad, orden.
Esta ley técnica de la proporción matemática,
implica además que el incremento en la magnitud de alguno de los elementos del
capital (o del proceso de trabajo en manos del capitalista), necesariamente
aumenten en forma proporcional. Obreros, herramientas y materia prima, deben
incrementarse proporcionalmente si se quiere aumentar la cantidad de bienes
producidos.
Esta ley entonces, fija el volumen cuantitativo de
todos los órganos que constituyen el proceso de producción a fin de que su
número relativo garantice la secuencia continua del proceso de producción, pero
lo garantiza “externamente”. El Capital no tiene aún un cuerpo objetivo que
garantice técnicamente al organicidad de este proceso.
[1] Marx, Karl. (1991)
Sección 4ª. Capítulo. 12 “Manufactura y División del trabajo” en: El Capital. Ed. Siglo XXI .
[2] Relativos porque se reduce el tiempo de
trabajo necesaario en relación con el tiempo de trabajo excedente.
[3] “[…]¿cómo se puede
aumentar la producción de plusvalor, esto es, el plustrabajo, sin ninguna prolongación ulterior o independientemente
de toda prolongación ulterior [de la jornada laboral]?…A la prolongación del plustrabajo
correspondería la reducción del trabajo
necesario, o, en otras palabras, una parte del tiempo de trabajo que hasta
ahora el obrero en realidad empleaba para sí mismo, se convertiría en tiempo de
trabajo para el capitalista. Se habría modificado, en vez de la extensión de la jornada laboral, su distribución en trabajo necesario y
plustrabajo.…”pp.379-378, Óp. cit.
[4] ídem.
[5] Ambos conceptos
parten del carácter social del trabajo, definible, según Armando Palma, a
partir de los elementos dependencia e
inter conexión de las actividades
reproductivas de la sociedad. Como veníamos diciendo, ambos conceptos dan
cuenta de la conexión entre las fuerzas
productivas (objetivas y subjetivas) y las relaciones sociales de producción que instituyen dicha
organización. De acuerdo con el mismo autor, el concepto de división social del trabajo es enunciado
por primera vez en los Manuscritos, y explicitada su diferenciación con la
cooperación en sí, hasta Miseria de la
filosofía. (Cfr. Palma, La división capitalista del trabajo en el capital
de Marx, en: La división capitalista del trabajo, Cuadernos de pasado y
presente, México, 1972 ).
No hay comentarios:
Publicar un comentario