lunes, 29 de octubre de 2012

SESIÓN 6. Cap. XIII Maquinaria y Gran Industria. Segunda parte.



La necesidad de comprender la especificidad capitalista desde el discurso crítico de Marx está en función no sólo de la explicación científica de la realidad sino también de las posibilidades de la revolución, es decir, de las posibilidades reales de trascendencia del orden capitalista. Por ello, Marx no escatima en el análisis al detalle, tejiendo una explicación verdaderamente artística, compleja, congruente, coherente y fina de la realidad que supone la gran industria.

Vemos que, en la introducción de la maquinaria, el obrero combate primero el desarrollo del instrumento de trabajo mismo, oponiéndose al modo material de existencia del capital.

Desde la temprana introducción de inventos que revolucionaban el proceso de trabajo, el trabajador se opuso como si intuyera las consecuencias que los subsiguientes desarrollos implicarían. Así por ejemplo, la introducción de una máquina tejedora en el siglo XVI se encontró con severas trabas y tuvieron que pasar dos siglos más para que pudiera introducirse sin reparo alguno.

Ejemplo de un movimiento ya propiamente obrero que se opuso integral y sistemáticamente a los medios de producción fue el movimiento llamado ludista en el siglo XIX. Tuvieron que pasar muchos años de lucha para que la clase obrera distinguiera la maquinaria en general de su específico empleo capitalista, donde dicho medio funciona como forma social de explotación.

La introducción de la gran industria inauguró una época de degradación económica, social y cultural de la población. Existen múltiples ejemplos en el siglo XVIII, pero en la actualidad, allí donde se asienta, destruye igualmente la riqueza existente. Un ejemplo característico lo ofreció la industria del algodón en Inglaterra, suprimiendo cientos de empleos y llevando al extremo las carencias de los trabajadores algodoneros; muchos de ellos murieron de hambre por ello. Lejos de significar la liberación del trabajo, “la figura automatizada y enajenada que el modo de producción capitalista de producción confiere en general a las condiciones de trabajo y al producto del trabajo, enfrentados al obrero, se desarrolla con la maquinaria hasta convertirse en antítesis radical.”
[1] De esta manera, en el ámbito del proceso inmediato de trabajo, el medio de trabajo asesina al trabajador. En el ámbito de la reproducción social, la reducción a mercancía del obrero propia del capitalismo en cualquiera de sus etapas implica aquí que la máquina se enfrenta al obrero en competencia y vuelve así “superfluas” – sacrifica – a grandes cantidades de población.

La apología burguesa expresada a su máximo en los economistas vulgares, simplemente atina a señalar que esta situación es temporal y que lo permanente es el “pleno empleo” suponiendo (aunque esto incluso transgreda los hechos) que el “capital liberado” (los medios de subsistencia convertidos en medios de producción u obreros) se acomodará en alguna otra rama de la producción que nuevamente demandará trabajo. Sin embargo, en la realidad, la inversión de capital tiende a incrementarse continuamente del lado del capital constante y por encima del capital variable. Aunque la inversión de capital global sea mayor y con ello se incremente el trabajo en términos absolutos, la relación del capital variable al constante, es decir, la compra de obreros o, lo que es lo mismo para la clase capitalista, de sus medios de subsistencia, siempre será menor. Además, la gran industria supone un incremento en la intensidad del trabajo que los obreros empleados tendrán que asumir: realizar el trabajo de otros más para mantenerse empleados. De manera que, mientras unos están condenados a la inactividad total, los empleados están, por el contrario, condenados a la saturación de trabajo. Además, otra característica de la gran industria es la superespecialización, de tal manera que los obreros “liberados” poco o nada servirán en otros trabajos y “sólo pueden tener acceso a unos pocos ramos laborales inferiores y por tanto, siempre saturados y mal retribuidos.”
[2]

En este capítulo aparece ya el análisis de la ley de población capitalista, pero únicamente desde la perspectiva del proceso de trabajo inmediato. A propósito de la “naturaleza” del capital que requiere la constante explotación de plusvalor y de que este proceso tiene un comportamiento cíclico cuyo ritmo depende del desarrollo de las fuerzas productivas, se genera un movimiento de la población dependiente de los ciclos del capital. Así, nos encontramos una multitud de ejemplos que no hacen más que explicarnos la tendencia del capital de depredar la fuerza de trabajo. Marx nos pone el ejemplo de los algodoneros ingleses, quienes, después de la introducción de una máquina de hilar que los expulsó del empleo hacia el desamparo total, murieron de hambre paulatinamente por no reencontrar trabajo. La introducción de la gran industria implica: aumentos siempre crecientes en la tasa de plusvalor, aumento en la masa de plusvalor, una mengua relativa cada vez mayor de obreros requeridos y una transformación constante de producto social en plusproducto. El mecanismo central que desenvuelve todo este proceso es la búsqueda por el capitalista del plusvalor extraordinario[3], que atrae su inversión a la rama que lo produce, pero que, en cuanto se agota, expulsa paulatinamente a los capitales, que van “saltando” a otras ramas que lo produzcan.

Así entonces:

“La vida de la industria se convierte en una secuencia de periodos de animación mediana, prosperidad, sobreproducción, crisis y estancamiento.”
[4]

Todo progreso y retroceso es financiado por la clase obrera. En épocas de crisis el capitalista se aprovecha de la vulnerabilidad de los trabajadores para arrebatarles incluso parte de los medios de subsistencia más necesarios, lo que significa una desvalorización de la fuerza de trabajo por mecanismos directos (violencia de Estado, por ejemplo) de sobreexplotación. Pero el incremento del capital variable, por su parte, está en función del crecimiento acelerado del capital global. “De esta suerte, los obreros se ven continuamente repelidos y atraídos, arrojados dentro de la fábrica y fuera de ella.”
[5]

Marx muestra dos períodos en el crecimiento del capital que muestran la intensificación de las contradicciones: de 1770 a 1815 el capital crece de acuerdo a los ciclos descritos produciendo 5 años de crisis en total; en el segundo periodo, de 1845 a 1863, se acumularon 28 años de depresión que finalmente encontraron salida con la expansión hacia Estados Unidos.

Por otro lado, aunque el proceso social de trabajo tiende a ser organizado desde la gran industria, algunos procesos de trabajo anteriores no desaparecen y son afectados por ésta. Así, la industria domiciliaria, por ejemplo, se re-funcionaliza convirtiéndose en el patio trasero de la primera: todos los procesos no intensivos en maquinaria el capitalista se los puede ahorrar dentro de la fábrica y dejarlos en manos de obreros más baratos como mujeres y niños. La explotación de los niños se vuelve una realidad con la gran industria. A estos niños obreros los hacen trabajar jornadas enteras de 8 a 12 horas todos los días, que evidentemente terminarán en una degradación brutal de sus condiciones de vida, premisa para su digno desarrollo físico y mental. En estas acciones es donde se observa la voracidad ilimitada de los capitalistas, custodios y representantes del movimiento automático del capital, pues incluso obligan a estos niños a consumir sustancias tóxicas para resistir las interminables jornadas.

La manufactura, que antes del capitalismo ofrecía cierta estabilidad para los trabajadores, compite por su sobrevivencia con la gran industria en ramos específicos, lo que permite la multiplicación violenta de la sobreexplotación de la clase obrera.

Esta situación cambia sustancialmente el papel de la familia en el capitalismo, pues destruye su base económica convirtiendo muchas veces a los padres de familia en los explotadores directos de sus hijos.

En la agricultura este proceso de acumulación es aún más depredadora, pues la disminución de capital variable con la introducción de maquinaria es absoluta y relativa. Rompe con el metabolismo entre el hombre y la tierra, condenando a los trabajadores a una vida material e intelectual degradada y degrada también las condiciones de vida de los obreros de las ciudades.

Queda demostrado científicamente cómo es que en su proceder el capital tiende a dilapidar los dos manantiales de toda riqueza: el hombre y la naturaleza.



Relatoría

- La discusión se centró en parte en separar el desarrollo de fuerzas productivas del desarrollo de fuerzas netamente destructivas. El capital, en su movimiento cíclico va generando ambas, tendiendo al desarrollo cada vez mayor de las segundas.

- Observamos cómo la lucha contra el capital por los salarios, aunque es una lucha necesaria, está muy lejos de combatir al sistema.

- El carácter de la técnica en el capitalismo ha sido un tema recurrente a discutir, por la complejidad de su proceso, pues aunque posibilita la liberación del trabajo necesario para la humanidad, en la realidad histórica del capitalismo lo somete a las necesidades de acumulación y lo destruye, como hemos visto.

- Al trascender ésta forma de organizar el trabajo surge la pregunta ¿cómo sería entonces la organización del trabajo? Algunos de los apuntes al respecto son: la recuperación de la ciencia como una fuerza productiva general al servicio de la humanidad, la recuperación de los saberes comunitarios, entre otros.




[1] Karl Marx, El Capital…Op. Cit., Pág. 526[2] Ibíd. Nota 215ª, pág. 537. [3] Recordemos que este proceso ha sido explicado en el capítulo X del tomo I de El Capital.[4] El Capital…Op. Cit. Pág. 51[5] Ibíd. Página 552

lunes, 15 de octubre de 2012

SESIÓN 6. Capítulo XIII. Maquinaria y gran industria.


Exposición

Introducción
El capítulo 13 de El Capital es decisivo para comprender el desarrollo capitalista, pues nos muestra la especificidad del proceso de producción capitalista en su máxima realización, es decir, cómo es que se producen las necesidades y capacidades que, en este caso, suspenden y reemplazan la politicidad comunitaria en un grado máximo. El modo de orquestar la reproducción de las necesidades de consumo y las capacidades de producción está mediado por el mercado y no por la voluntad directa de la comunidad; de esta manera es que se suspende la actividad política, pero, en el capitalismo, es además reemplazada por una lógica ajena al proceso de reproducción social humana y que se impone transformando desde su interior, desde la transformación técnica del proceso de trabajo, el sentido de esta reproducción. De manera que conocer el modo en que el capital organiza el sometimiento de la clase obrera para la producción de plusvalor es decisivo para analizar la realidad en la que nos encontramos situados, pues la complejidad con la que Marx devela este fenómeno permite además, poder pensar las especificidades que caracterizan, por ejemplo, a América Latina. Y todo ello en vistas a pensar las posibilidades de una revolución comunista.

El capítulo XIII se nos presenta como un crisol para observar el proceso de producción, reproducción y desarrollo capitalista.

Marx comienza el análisis de la transformación técnica del proceso de trabajo en una técnica específicamente capitalista, destacando el carácter de ésta; ante todo es un instrumento para la producción de plusvalor. Por lo tanto, “…debe abaratar las mercancías y reducir la parte de la jornada laboral que el obrero necesita para sí, prolongando, de esta suerte, la otra parte de la jornada de trabajo, la que el obrero cede gratuitamente al capitalista. Es un medio para la producción de plusvalor.”[1]
Desde el desarrollo histórico que supone toda la sección cuarta, nos muestra que, mientras la manufactura revoluciona el proceso de trabajo tomando como punto de partida la fuerza de trabajo, la gran industria en cambio, toma como punto de partida, el medio de trabajo. La gran industria es un resultado histórico que toma de los avances en el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo preexistentes, la base sobre la cual se organizará el proceso de trabajo capitalista. El análisis técnico del proceso de trabajo da cuenta de las implicaciones que resultan de la gran industria. En este sentido es que Marx nos señala que una historia crítica de la tecnología es necesaria porque “la tecnología pone al descubierto el comportamiento activo del hombre con respecto a la naturaleza, el proceso de producción inmediato de su existencia y, con esto, asimismo, sus relaciones sociales de vida y las representaciones intelectuales que surgen de ella.”[2]
La caracterización técnica que hace Marx de la máquina es el siguiente:



  1. Mecanismo motor.
  2. Mecanismo de transmisión. (En la revolución del siglo XVIII, las invenciones y descubrimientos revolucionan especialmente estos dos componentes de la máquina.)
  3. Máquina-herramienta o máquina de trabajo



Estos elementos que permanecían dispersos en modos de producción premecanizados, en el capitalismo se van integrando conformando ya no un instrumento, sino propiamente una máquina que dispone de estos elementos para su funcionamiento, pudiendo entonces integrar múltiples funciones y potenciando así la fuerza productiva del trabajo. Esta síntesis consumada por el capital venía empero desarrollándose. Mediante la implementación de estos cambios en el proceso de trabajo el capital hace cooperar de un modo antes desconocido a los trabajadores.
Entonces, la transformación más importante en este período supone una transformación de herramientas del hombre en herramientas de un mecanismo. Éste es el aspecto decisivo. La división del trabajo al interior del taller es ya esencialmente tecnológica. Marx nos indica tres momentos en el desarrollo de este proceso:

            El desarrollo de la máquina como tal. Una máquina de trabajo, que opera por la combinación de diversas herramientas, lleva aquí a cabo el proceso total que en la manufactura estaba dividido y se efectuaba de manera sucesiva.
            Cooperación de máquinas. En este momento la misma máquina fabrica íntegramente el producto. Aparece como conglomeración espacial de máquinas de trabajos similares y que operan simultáneamente. Son movidas por un mismo mecanismo motor y/o están interconectadas por un mismo mecanismo de transmisión.
            Sistema de máquinas. Recorre una serie conexa de procesos graduales y diversos, ejecutados por una cadena de máquinas heterogéneas pero complementarias entre sí. Es muy parecida a la cooperación de la manufactura, con una diferencia sustancial: "En la producción fundada en la maquinaria queda suprimido este principio subjetivo de la división del trabajo. Su efectividad se mide por la capacidad de mantener el proceso de trabajo continuo y por la sustitución de la mano humana para la ejecución de las tareas. A diferencia de la manufactura, donde la participación de trabajos parciales en la división del trabajo aísla cada momento de la producción, en el sistema de máquinas se caracteriza esta división del trabajo entre máquinas por un continuo de estos procesos particulares.

La maquinaria en principio se produce para el abaratamiento de las mercancías y el límite en su uso es, por lo tanto, que cueste menos que el trabajo al que sustituye. Sin embargo, en el capitalismo el principio es mucho más estrecho, puesto que el capital no paga el trabajo sino la fuerza de trabajo. Por lo tanto, lo que le importa es la diferencia que existe entre el valor de la misma y el valor de la fuerza de trabajo que reemplaza.




Es por ello que, con la gran industria, se inaugura una época de creciente depredación de la fuerza de trabajo, introduciendo al proceso laboral a niños y mujeres, y provocando una degradación incluso moral de la familia. El obrero, en lugar de potenciar sus capacidades, va simplemente cediéndolas a ese mecanismo automático que lo subsume y que va determinando el modo y los ritmos de su trabajo. Con el desarrollo de la gran industria, el obrero se va especializando en funciones cada vez más simples convirtiéndose en parte de una máquina parcial. Controla procesos simples y parciales, ni siquiera conoce el proceso en su conjunto.
Por otra parte, al concentrar a los obreros en una fábrica, el capitalista ahorra en el costo de las condiciones de producción y se esmera para que éstos sean los menores posibles degradando cada vez más las condiciones de trabajo: mala ventilación, poca luz, hacinamiento, etc.[3]  Todo ello tiende a la degradación siempre creciente de las condiciones de vida de los obreros. El obrero en el sistema capitalista está condenado a vivir en la miseria.

Relatoría

Las reflexiones que surgen de esta primera parte del capítulo pueden resumirse de la siguiente manera:
-          ¿Cómo tendría, entonces, que construirse una historia crítica de la tecnología? Además de la recuperación de la reflexión que hace Marx, se sugiere ampliar y complejizar esta tarea tan decisiva para la revolución. Un aspecto central es la subordinación de la ciencia al capital, pues ideológicamente se presenta con un desinterés frente al objeto y en pro de la humanidad, pero en la realidad tiene un interés muy particular; el de la valorización del valor; por eso es que lo esconde en un desinterés que se puede caracterizar como “cientificista”, “puramente” centrado en el objeto. Por ello, la ciencia crítica debe defender, por el contrario, el interés general que mantiene ésta frente al objeto, sin desligarlo de su contraparte subjetiva, pues su interés por conocer la verdad está en directa relación con el bienestar de la humanidad.

-          El capital, al transformar el proceso de trabajo, sometiendo el proceso de reproducción social a las necesidades de valorización, transforma mediante las fuerzas productivas generales el territorio, amoldándolo a la lógica de la autovalorización. Los trabajos de Bolívar Echeverría y Jorge Veraza[4] sobre la nación son fundamentales para comprender su complejidad y la tan afortunada distinción entre la nación natural y la nación capitalista.

-          Se discutió respecto a las posibilidades y límites que ofrece la técnica capitalista y que Marx observa no como una simple dicotomía entre lo positivo y negativo, sino, dialécticamente, como la contradicción que supone el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo bajo la lógica social de acumulación. Por donde, al mismo tiempo que genera la posibilidad de librarnos del trabajo necesario por el desarrollo del sistema automático de máquinas que potencia el trabajo, destruye los dos manantiales de toda riqueza; la tierra (naturaleza) y el trabajador. Por ello, es que esta liberación sólo es una potencia, siempre presente, siempre en lucha, pero no una realización.

-          Se destacó la importancia de la lucha de clases en cuanto a la defensa de la vida, concretamente, de la vida obrera, pues el capital demostró con el desarrollo de la Gran Industria su afán depredador de la fuerza de trabajo al incrementar de manera monstruosa la intensidad y la extensión de la jornada laboral hasta encontrarse con el límite natural que opone la naturaleza física corporal del obrero. Los límites a la jornada laboral han significado una respuesta contenedora de ese carácter depredador del capital.







[1] Karl Marx, El Capital, 16ª ed. Siglo XXI, México, 1991. Cap. 13 “Maquinaria y Gran Industria”, pág. 451.
[2] Ibid. Nota 89, pág. 453.
[3] Elementos que serán analizados en la primera sección del tomo III a propósito de la transformación de la plusvalía en ganancia. La “Economía en el empleo del capital constante.”
[4] Bolívar Echeverría, El discurso crítico de Marx. Y Jorge Veraza, El perfil del traidor. 

SESIÓN 5. Cap. XII "Manufactura y división del trabajo"

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[1].

El capítulo dentro del argumento de la sección.

El capítulo que nos proponemos abordar forma parte de la sección cuarta del libro primero del capital. Pese a que en la propuesta de lectura de nuestro seminario, la lectura de esta sección está contemplada casi en su totalidad, consideramos importante hacer aquí explícito el momento argumental en el cual, según nuestra perspectiva, se sitúa el contenido de nuestro capítulo. Para evitar que perdamos de vista el camino de preguntas y el rumbo hacia el cual el conjunto de ellas nos dirigen, resulta trascendental ubicar aquel sentido general de la exposición de esta sección en tanto el locus de ésta es justo el de la pregunta por la relación entre la organización del proceso de trabajo y la organización de la sociedad en general. Esto es, el conjunto de preguntas que con su enunciación van alumbrando un camino para develar el papel de las fuerzas productivas en el desarrollo de la sociedad capitalista.
Para abordar esta relación, Marx va desmontando los mecanismos a través de los cuales se desarrolla un modo indirecto para extraer plusvalor del trabajador, esto es, un modo encubierto que sólo se logra a través del desarrollo histórico de transformaciones profundas en cada uno de los elementos del proceso productivo (medios, objeto y trabajo vivo). Transformaciones que acontecen en favor de aumentar la cantidad de plusvalor una vez que los límites de su expoliación directa (a través de la extensión de la jornada laboral) quedaron evidenciados.
Así pues, teniendo como base la extracción de plusvalor absoluto, el llamado plusvalor relativo redobla las posibilidades de valorización del capital adelantado por el capitalista al reducir, en términos relativos[2], el tiempo de trabajo necesario para la producción de las mercancías[3].
Para ello, nos dice Marx:
[…] de ningún modo basta que el capital se apodere del proceso de trabajo en su figura históricamente tradicional o establecida y se limite a prolongar su duración. Para aumentar la fuerza productiva del trabajo, […] el capital tiene que revolucionar las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, y por tanto el modo de producción mismo.[4]
El transcurso histórico al cual se aboca esta sección es entonces el que determina las transformaciones del proceso de trabajo en favor a los imperativos de la producción de este tipo particular de plusvalor. Hecho que visto desde la perspectiva del valor de uso, implica la subordinación real del proceso de trabajo.
Los capítulos de esta sección abordan el proceso a través del cual el capital comienza a subordinar realmente el proceso de producción. Los primeros capítulos de la sección, son apartados donde se da cuenta del modo en que se van gestando las condiciones históricas que posibilitan el despliegue del plusvalor relativo (las condiciones de posibilidad), la trasformación específica de cada uno de los elementos y la tendencia o límites que determinan el curso de su desarrollo.
Los capítulos cooperación y división manufacturera del trabajo, tienen en común el trato sobre la trasfiguración del elemento subjetivo del proceso de trabajo. Esto es, del trabajo vivo y su organización al interior de la producción, pero considerando esta vez y a diferencia del capítulo 5, que quien trabaja no es un individuo aislado sino un sujeto social, cuya potencia de trabajo está determinada en la interconexión y articulación hacia el resto de sus congéneres. Así pues, la fuerza de trabajo individual no es sino expresión de la fuerza social.  
Aunque la diferencia entre el concepto de cooperación y el de división del trabajo es ciertamente sutil[5], el capítulo de la división manufacturera del trabajo complejiza lo planteado por el concepto de cooperación simple, al visualizar como objeto de transformación no sólo al trabajador individualidad (obrero parcial) y en la forma que adquiere como cuerpo orgánico dentro del proceso de producción (obrero colectivo), sino también dentro del sujeto social en su conjunto.
El capítulo que hoy nos ocupa, trata entonces de un tipo histórico de cooperación (la cooperación basada en la división del trabajo) y de sus cualidades específicas en la era de la organización manufacturera de la producción, frente a la necesaria articulación e interconexión de este proceso con el resto del cuerpo social.
Podríamos incluso decir que la diferencia entre uno y otro capítulo básicamente radica en la escala del análisis, que en el capítulo doce nos permite ver cómo el sujeto social (y ya no sólo el obrero colectivo forjado al interior de un taller) se organiza y coopera para darse forma a si mismo y al mundo que produce para sí.
El hecho de que la observación del sujeto social en conjunto implique la comprensión de la cooperación basada ahora en la división del trabajo, puede radicar en que se observa ahora la producción de un tipo de riqueza y no sólo de uno u otro objeto en particular. Esto es, la producción de un tipo de relaciones de cooperación entre la totalidad del cuerpo social para producir un mundo de acuerdo a un proyecto común, lo cual implica la particularización de las capacidades productivas, y la producción de individualidades particulares o diferenciadas pero orgánicas entre sí.
El capítulo desde la perspectiva de la técnica.
Como decíamos, el planteamiento que abre este capítulo complejiza la pregunta por la relación que se gesta entre el desarrollo de fuerzas productivas objetivas, y el desarrollo de fuerzas productivas subjetivas (el trabajo vivo) desplegadas en la sociedad cuando se impone el imperativo de producir plusvalor relativo. En este momento del capítulo, la transformación de las fuerzas productivas técnicas sólo son abordadas en tanto consecuencia de la división manufacturera del trabajo. Esto es, en tanto la nueva forma de cooperación va generando necesidades frente al sistema instrumental artesanal, lo que conlleva a la especialización de la herramienta general.
Así pues, de acuerdo a esta argumentación, el obrero parcial es el precursor de la herramienta parcial o especializada y eventualmente, su desarrollo genera la osificación de esta nueva forma de cooperación basada en la división del trabajo manufacturera. El sistema de herramientas o instrumentos, en tanto trabajo muerto, constituye el medio a través del cual una sociedad garantiza la reproducción de sí misma y de su proyecto de reproducción social.
Para avanzar en el desarrollo del tema que nos ocupa, proponemos abordar la lectura de este capítulo poniendo atención a dos ejes de cuestionamiento común:
1.     El papel de las fuerzas productivas en el desarrollo histórico del  capitalismo en una edad aún temprana y, sobre todo, cómo este elemento objetivo de la sociedad ulteriormente fue consolidando o institucionalizando un modo específico de producción.
2.      Cómo la producción manufacturera va consolidando una división internacional del trabajo y qué papel juega en esta división América Latina.

En atención a la pregunta por el surgimiento del sistema manufacturero, Marx comienza el capítulo planteando las dimensiones generales de la cooperación basada en la división del trabajo en general y cooperación manufacturera; es decir, los elementos que siendo comunes a ambas, necesariamente constituyeron el punto de partida de la última.
1.1 Dimensión general de la división del trabajo manufacturera: los elementos simples de la cooperación basada en la división del trabajo (Parágrafo 1).
La división del trabajo es, si no transhistórica, al menos transcapitalista. Es condición que independientemente de la escala de producción de una sociedad, posibilita la multiplicación de la fuerza productiva y de las capacidades del organismo social.   (pp.442-447)
La forma en que se distingue una de la otra, radica sustancialmente en aquello que ya fue enunciado en el capítulo de la cooperación: los trabajadores en este modo de producción constituyen obreros y, en consecuencia, su fuerza de trabajo (individual y social) está comandada por el dueño de los medios de producción, el capital.
La cooperación manufacturera parte entonces de la cooperación basada en la división del trabajo artesanal al poner en relación a ex productores individuales, ahora obreros, para la creación de determinado bien. Este camino, nos dice el autor, tiene dos orígenes que se distinguen por su desarrollo ulterior: la manufactura orgánica y la manufactura heterogénea.
La identidad entre ambos tipos de división del trabajo manufacturera frente a la no manufacturera, radica en que dicha división del trabajo está hecha sobre el trabajo en su forma artesanal. Respecto a las diferencias entre ellas, se agrega a lo dicho en el capítulo once, el grado de especialización que provoca en los ejecutores del trabajo. De la producción basada en la combinación de oficios independientes, se pasa a la producción especializada basada en la asociación.
El efecto inmediato que esto trae es la mutilación del campo de acción del trabajador. El trabajador parcial tiene por ello por un alto grado de especialización, una serie de capacidades cultivadas a favor de su unilateralidad. En oposición, el obrero colectivo, va constituyéndose como una fuerza potenciada por la alta efectividad que surten sus miembros: los obreros parciales enfocados de por vida a la ejecución de un trabajo unilateral altamente especializado.
El artesano, nos recuerda Marx, sigue siendo la base técnica en todo este proceso, ya que “todo proceso parcial recorrido por el producto debe ser ejecutable como trabajo parcial de índole artesanal”.
Esta repetición ad infinitum a la que se ven sometidas las fuerzas productivas subjetivas, no sólo adiestran al obrero en su nueva y limitada ocupación, generando nuevas capacidades, sino que además lo limita frente a la multidimensionalidad que caracteriza el espíritu humano. La mutilación del obrero es, nos dice Marx, como sacrificar a todo un cerdo sólo por su piel. En adelante, el problema de la parcialidad del obrero, enunciada como medio de expoliación no sólo de su tiempo, sino sobre todo de su capacidad y de su espíritu creativo, constituye un eje de reflexión política muy importante en el capítulo y del análisis de las consecuencias de la imposición del plusvalor relativo y del desarrollo de las fuerzas productivas técnicas.
Por ahora, Marx lo trae a cuento para señalar que estar nuevas “capacidades” adquiridas por el obrero parcial se constituyen para él mismo como los grilletes que le exigirán venderse como fuerza de trabajo al capital, y es que sus capacidades como productor ya sólo son útiles si se encuentra dentro de un cuerpo productivo que articule y haga efectiva su acción parcial.
Así pues, la experiencia y conocimiento parcial del obrero, en tanto trabajo muerto, también constituye un elemento que lo condicionará a repetir aquel modo de producción que le expropió los medios y las capacidades como productor individual.
No tarda mucho en que esta nueva división del trabajo altamente especializada, trastoque el elemento objetivo del proceso productivo: el obrero al especializarse, desarrolla una capacidad y virtuosismo que se transforma en nuevas necesidades sobre su instrumento.
Nuevas capacidades en el sujeto y en el objeto que sólo podrán ser aprovechadas por el capitalista, el autoritario diseñador del plan de producción, en tanto todo a su interior han sido diseñado para la reducción del tiempo de trabajo necesario y en consecuencia, extender el tiempo de trabajo excedente, esto es, para la producción de plusvalor relativo.
Así pues, la unilateralidad del obrero resulta útil al capitalista en tanto se traduce en la reducción del tiempo de producción global del producto, y la concentración de los obreros parciales, resulta útil también sólo en tanto su cercanía reduce los “poros de trabajo improductivo” que afloran multiplicados en esta nueva forma fragmentada del proceso productivo artesanal, al reducir el tiempo de traslado de la mercancía entre un obrero parcial y otro.
1.1   El obrero parcial y su herramienta. (Parágrafo 2)
Con la especialización del obrero se especializa su herramienta. Se transita de la herramienta compleja hacia la herramienta parcial o especializada, y con ello, Marx sugiere que inicia la institucionalización aquel modo de producción. “Los objetos -nos dice- son la estructura ósea de la sociedad”.
He aquí un punto trascendental para el tema que nos ocupa. Esta definición de la función del objeto dentro de la sociedad, como esqueleto objetivo de una sociedad, nos da luz sobre el papel que la técnica podría tener en el capitalismo en particular y en la sociedad en general: la técnica, incluso en forma de puro instrumento, como trabajo muerto constituye también el medio que garantiza la permanencia de un modo de producción. Al igual que lo comentado en el parágrafo anterior sobre el papel de la experiencia y el conocimiento derivado del obrero parcial, en este apartado se observa que estos instrumentos, al objetivar las capacidades de una acción pasada, condicionan todo proceso productivo en el presente.

1.2 La manufactura heterogénea y la manufactura orgánica: La manufactura de conjunto (Parágrafo 3).
La cooperación basada en la división del trabajo manufacturera, se va a abordar ahora como una figura de conjunto. Como el taller único, la manufactura heterogénea va a presentar para el capitalista ventajas  y límites distintos a los de la manufactura orgánica, sin embargo, en ambos proceso la fragmentación de la acciones correspondientes a los momentos divisibles del valor de uso final, constituyen el principio técnico que le proporciona la producción incrementada.
Esta fragmentación, como decíamos, parte de la subdivisión artesanal del proceso productivo y cada una sus partes o momentos, en consecuencia, se constituye por acciones cualitativamente diferenciadas y cuya ejecución implica el uso de un tiempo de trabajo necesario diferencial entre una y otra. Los diversos momentos productivos en los cuales es fragmentada la producción del bien, resultan ser entonces momentos altamente diversos. De esta característica se desprende una consecuencia trascendental: la constitución del obrero colectivo será igualmente diversa, no sólo en número sino también en capacidad.
Una primera consecuencia de este hecho, refiere al modo en que el capitalista no sólo procura sino aprovecha esta diferenciación cualitativa entre la capacidad productiva de la masa de obreros. El Capital como relación social, profundiza la división jerárquica entre el cuerpo social y aprovecha en su beneficio la creación de un individuo particular de éste: el obrero no calificado. Con su creación, el capital logra disminuir el valor relativo de la fuerza de trabajo, es decir, el valor equivalente al tiempo socialmente necesario para la producción de ese obrero, que al carecer de otra virtud que no sea la de ser inútil para todo, se reduce considerablemente.
La segunda consecuencia derivada de la diversidad de características de los momentos productivos que constituyen el proceso de trabajo, refiere a su aspecto cuantitativo, es decir, al tiempo de trabajo necesario para realizar ese trabajo parcial.
El problema de esta diferencia cuantitativa entre los procesos de trabajo, resulta de la necesaria articulación que se debe garantizar para que el flujo productivo siga su curso sin interrupción alguna. Para evitar la propagación de poros de trabajo improductivo, el capitalista debe garantizar que haya una verdadera armonía orgánica entre la totalidad fragmentada del proceso.
Esta necesaria correspondencia se logra con mediante lo que Marx llama ley técnica de la proporcionalidad matemática del trabajo, que se traduce en la imposición de un tiempo de trabajo necesario medio que debe ser resguardado por todos los obreros parciales en acuerdo al trabajo parcial del que se ocupan. Esta norma exterior, “armoniza” su acción conjunta y podríamos decir incluso, que se constituye como una institución abstracta que sostiene la socialidad entre un conjunto atomizado de individuos que al momento de trabajar, ni siquiera se dominan a ´si mismos.
El tiempo de trabajo necesario se consolida entonces como un cronómetro impuesto por la competencia, que al imponerse, asigna al proceso de trabajo y a los obreros parciales ordenados por él, los imperativos productivistas de continuidad, uniformidad, regularidad, orden.
Esta ley técnica de la proporción matemática, implica además que el incremento en la magnitud de alguno de los elementos del capital (o del proceso de trabajo en manos del capitalista), necesariamente aumenten en forma proporcional. Obreros, herramientas y materia prima, deben incrementarse proporcionalmente si se quiere aumentar la cantidad de bienes producidos.
Esta ley entonces, fija el volumen cuantitativo de todos los órganos que constituyen el proceso de producción a fin de que su número relativo garantice la secuencia continua del proceso de producción, pero lo garantiza “externamente”. El Capital no tiene aún un cuerpo objetivo que garantice técnicamente al organicidad de este proceso.



[1] Marx, Karl. (1991) Sección 4ª. Capítulo. 12 “Manufactura y División del trabajo” en: El Capital. Ed. Siglo XXI .
[2] Relativos porque se reduce el tiempo de trabajo necesaario en relación con el tiempo de trabajo excedente.
[3] “[…]¿cómo se puede aumentar la producción de plusvalor, esto es, el plustrabajo, sin ninguna prolongación ulterior o independientemente de toda prolongación ulterior [de la jornada laboral]?…A la prolongación del plustrabajo correspondería la reducción del trabajo necesario, o, en otras palabras, una parte del tiempo de trabajo que hasta ahora el obrero en realidad empleaba para sí mismo, se convertiría en tiempo de trabajo para el capitalista. Se habría modificado, en vez de la extensión de la jornada laboral, su distribución en trabajo necesario y plustrabajo.…”pp.379-378, Óp. cit.
[4] ídem.
[5] Ambos conceptos parten del carácter social del trabajo, definible, según Armando Palma, a partir de los elementos dependencia e inter conexión de las actividades reproductivas de la sociedad. Como veníamos diciendo, ambos conceptos dan cuenta de la conexión entre las fuerzas productivas (objetivas y subjetivas) y las relaciones sociales de producción que instituyen dicha organización. De acuerdo con el mismo autor, el concepto de división social del trabajo es enunciado por primera vez en los Manuscritos, y explicitada su diferenciación con la cooperación en sí, hasta Miseria de la filosofía. (Cfr. Palma, La división capitalista del trabajo en el capital de Marx, en: La división capitalista del trabajo, Cuadernos de pasado y presente, México, 1972 ).