lunes, 29 de octubre de 2012

SESIÓN 6. Cap. XIII Maquinaria y Gran Industria. Segunda parte.



La necesidad de comprender la especificidad capitalista desde el discurso crítico de Marx está en función no sólo de la explicación científica de la realidad sino también de las posibilidades de la revolución, es decir, de las posibilidades reales de trascendencia del orden capitalista. Por ello, Marx no escatima en el análisis al detalle, tejiendo una explicación verdaderamente artística, compleja, congruente, coherente y fina de la realidad que supone la gran industria.

Vemos que, en la introducción de la maquinaria, el obrero combate primero el desarrollo del instrumento de trabajo mismo, oponiéndose al modo material de existencia del capital.

Desde la temprana introducción de inventos que revolucionaban el proceso de trabajo, el trabajador se opuso como si intuyera las consecuencias que los subsiguientes desarrollos implicarían. Así por ejemplo, la introducción de una máquina tejedora en el siglo XVI se encontró con severas trabas y tuvieron que pasar dos siglos más para que pudiera introducirse sin reparo alguno.

Ejemplo de un movimiento ya propiamente obrero que se opuso integral y sistemáticamente a los medios de producción fue el movimiento llamado ludista en el siglo XIX. Tuvieron que pasar muchos años de lucha para que la clase obrera distinguiera la maquinaria en general de su específico empleo capitalista, donde dicho medio funciona como forma social de explotación.

La introducción de la gran industria inauguró una época de degradación económica, social y cultural de la población. Existen múltiples ejemplos en el siglo XVIII, pero en la actualidad, allí donde se asienta, destruye igualmente la riqueza existente. Un ejemplo característico lo ofreció la industria del algodón en Inglaterra, suprimiendo cientos de empleos y llevando al extremo las carencias de los trabajadores algodoneros; muchos de ellos murieron de hambre por ello. Lejos de significar la liberación del trabajo, “la figura automatizada y enajenada que el modo de producción capitalista de producción confiere en general a las condiciones de trabajo y al producto del trabajo, enfrentados al obrero, se desarrolla con la maquinaria hasta convertirse en antítesis radical.”
[1] De esta manera, en el ámbito del proceso inmediato de trabajo, el medio de trabajo asesina al trabajador. En el ámbito de la reproducción social, la reducción a mercancía del obrero propia del capitalismo en cualquiera de sus etapas implica aquí que la máquina se enfrenta al obrero en competencia y vuelve así “superfluas” – sacrifica – a grandes cantidades de población.

La apología burguesa expresada a su máximo en los economistas vulgares, simplemente atina a señalar que esta situación es temporal y que lo permanente es el “pleno empleo” suponiendo (aunque esto incluso transgreda los hechos) que el “capital liberado” (los medios de subsistencia convertidos en medios de producción u obreros) se acomodará en alguna otra rama de la producción que nuevamente demandará trabajo. Sin embargo, en la realidad, la inversión de capital tiende a incrementarse continuamente del lado del capital constante y por encima del capital variable. Aunque la inversión de capital global sea mayor y con ello se incremente el trabajo en términos absolutos, la relación del capital variable al constante, es decir, la compra de obreros o, lo que es lo mismo para la clase capitalista, de sus medios de subsistencia, siempre será menor. Además, la gran industria supone un incremento en la intensidad del trabajo que los obreros empleados tendrán que asumir: realizar el trabajo de otros más para mantenerse empleados. De manera que, mientras unos están condenados a la inactividad total, los empleados están, por el contrario, condenados a la saturación de trabajo. Además, otra característica de la gran industria es la superespecialización, de tal manera que los obreros “liberados” poco o nada servirán en otros trabajos y “sólo pueden tener acceso a unos pocos ramos laborales inferiores y por tanto, siempre saturados y mal retribuidos.”
[2]

En este capítulo aparece ya el análisis de la ley de población capitalista, pero únicamente desde la perspectiva del proceso de trabajo inmediato. A propósito de la “naturaleza” del capital que requiere la constante explotación de plusvalor y de que este proceso tiene un comportamiento cíclico cuyo ritmo depende del desarrollo de las fuerzas productivas, se genera un movimiento de la población dependiente de los ciclos del capital. Así, nos encontramos una multitud de ejemplos que no hacen más que explicarnos la tendencia del capital de depredar la fuerza de trabajo. Marx nos pone el ejemplo de los algodoneros ingleses, quienes, después de la introducción de una máquina de hilar que los expulsó del empleo hacia el desamparo total, murieron de hambre paulatinamente por no reencontrar trabajo. La introducción de la gran industria implica: aumentos siempre crecientes en la tasa de plusvalor, aumento en la masa de plusvalor, una mengua relativa cada vez mayor de obreros requeridos y una transformación constante de producto social en plusproducto. El mecanismo central que desenvuelve todo este proceso es la búsqueda por el capitalista del plusvalor extraordinario[3], que atrae su inversión a la rama que lo produce, pero que, en cuanto se agota, expulsa paulatinamente a los capitales, que van “saltando” a otras ramas que lo produzcan.

Así entonces:

“La vida de la industria se convierte en una secuencia de periodos de animación mediana, prosperidad, sobreproducción, crisis y estancamiento.”
[4]

Todo progreso y retroceso es financiado por la clase obrera. En épocas de crisis el capitalista se aprovecha de la vulnerabilidad de los trabajadores para arrebatarles incluso parte de los medios de subsistencia más necesarios, lo que significa una desvalorización de la fuerza de trabajo por mecanismos directos (violencia de Estado, por ejemplo) de sobreexplotación. Pero el incremento del capital variable, por su parte, está en función del crecimiento acelerado del capital global. “De esta suerte, los obreros se ven continuamente repelidos y atraídos, arrojados dentro de la fábrica y fuera de ella.”
[5]

Marx muestra dos períodos en el crecimiento del capital que muestran la intensificación de las contradicciones: de 1770 a 1815 el capital crece de acuerdo a los ciclos descritos produciendo 5 años de crisis en total; en el segundo periodo, de 1845 a 1863, se acumularon 28 años de depresión que finalmente encontraron salida con la expansión hacia Estados Unidos.

Por otro lado, aunque el proceso social de trabajo tiende a ser organizado desde la gran industria, algunos procesos de trabajo anteriores no desaparecen y son afectados por ésta. Así, la industria domiciliaria, por ejemplo, se re-funcionaliza convirtiéndose en el patio trasero de la primera: todos los procesos no intensivos en maquinaria el capitalista se los puede ahorrar dentro de la fábrica y dejarlos en manos de obreros más baratos como mujeres y niños. La explotación de los niños se vuelve una realidad con la gran industria. A estos niños obreros los hacen trabajar jornadas enteras de 8 a 12 horas todos los días, que evidentemente terminarán en una degradación brutal de sus condiciones de vida, premisa para su digno desarrollo físico y mental. En estas acciones es donde se observa la voracidad ilimitada de los capitalistas, custodios y representantes del movimiento automático del capital, pues incluso obligan a estos niños a consumir sustancias tóxicas para resistir las interminables jornadas.

La manufactura, que antes del capitalismo ofrecía cierta estabilidad para los trabajadores, compite por su sobrevivencia con la gran industria en ramos específicos, lo que permite la multiplicación violenta de la sobreexplotación de la clase obrera.

Esta situación cambia sustancialmente el papel de la familia en el capitalismo, pues destruye su base económica convirtiendo muchas veces a los padres de familia en los explotadores directos de sus hijos.

En la agricultura este proceso de acumulación es aún más depredadora, pues la disminución de capital variable con la introducción de maquinaria es absoluta y relativa. Rompe con el metabolismo entre el hombre y la tierra, condenando a los trabajadores a una vida material e intelectual degradada y degrada también las condiciones de vida de los obreros de las ciudades.

Queda demostrado científicamente cómo es que en su proceder el capital tiende a dilapidar los dos manantiales de toda riqueza: el hombre y la naturaleza.



Relatoría

- La discusión se centró en parte en separar el desarrollo de fuerzas productivas del desarrollo de fuerzas netamente destructivas. El capital, en su movimiento cíclico va generando ambas, tendiendo al desarrollo cada vez mayor de las segundas.

- Observamos cómo la lucha contra el capital por los salarios, aunque es una lucha necesaria, está muy lejos de combatir al sistema.

- El carácter de la técnica en el capitalismo ha sido un tema recurrente a discutir, por la complejidad de su proceso, pues aunque posibilita la liberación del trabajo necesario para la humanidad, en la realidad histórica del capitalismo lo somete a las necesidades de acumulación y lo destruye, como hemos visto.

- Al trascender ésta forma de organizar el trabajo surge la pregunta ¿cómo sería entonces la organización del trabajo? Algunos de los apuntes al respecto son: la recuperación de la ciencia como una fuerza productiva general al servicio de la humanidad, la recuperación de los saberes comunitarios, entre otros.




[1] Karl Marx, El Capital…Op. Cit., Pág. 526[2] Ibíd. Nota 215ª, pág. 537. [3] Recordemos que este proceso ha sido explicado en el capítulo X del tomo I de El Capital.[4] El Capital…Op. Cit. Pág. 51[5] Ibíd. Página 552

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